Tres Cuentos del Ángel Gris
El hombre que se transformaba demasiado
El doctor Maderna aprendió a convertirse en mariposa cuando era un adolescente. Más tarde adquirió nuevas destrezas y así llegó a transformarse en gato, en anguila, en pez, en caléndula y en escritorio.
Siendo adulto, era capaz de convertirse en cualquier objeto a su capricho. Sin embargo, sus metamorfosis se hicieron tan frecuentes que su familia vivía en inquietud constante. Nadie se atrevía a matar a una cucaracha, por temor a que se tratara del doctor Maderna.
Una noche lo arrojaron a la basura bajo la forma de una esponja usada y un domingo estuvo a punto de ser devorado por su propio hijo, quien no supo reconocerlo en un chorizo.
Cada vez era menos asidua su apariencia original. Eso si, nunca dejaba de asumirla el día de su cumpleaños, para no perderse obsequios y homenajes. Una madrugada entraron ladrones y se lo robaron, cuando era un jarrón de cristal. Nunca jamás se supo de él. Desde entonces, su pobre esposa recorre las casas y negocios de la ciudad, hablando tiernamente a los floreros:
- Ramón... Ramón... Maderna...
Pero los jarrones siempre son jarrones, o acaso son alguna otra persona.
La Calle del bien y del mal
Como bien lo sabemos, la cuadra del Ángel Gris está en la calle Artigas entre Bogotá y Bacacay. Sucede allí algo muy particular: en una de las veredas no es posible ser bueno. En la otra es imposible ser malo. Una noche pasé con una muchacha rubia por la vereda oeste. La arrinconé en un umbral oscuro, la besé con pasión y logré poseerla allí mismo. Después cruzamos la calle. Y mientras caminábamos por la vereda oriental, le pedí que me olvidara y la abandoné para siempre.
En la cuadra del Ángel Gris hay dos veredas. En una no es posible ser bueno, en la otra no se puede ser malo. Aun no tengo decidido cuál es cuál.
Historia de la mujer demasiado hermosa
En la calle Bacacay vive una mujer muy hermosa. Tan hermosa que no es posible describir su aspecto, pues quien alcanza a verla se muere. La mujer está triste y desesperada.
Todas las noches se sienta frente al espejo y pasa largas horas tratando de afearse con estuques y carmines. Pero no hay nada que hacerle: cada día está más linda y más sola.
Su hermana -dicen- no vale gran cosa y sin embargo tiene uno o quizá dos novios.
Los muchachos valientes de Flores juran que son capaces de desafiar a la muerte con tal de ver a la mujer demasiado hermosa. Pero siempre llaman a puertas equivocadas, donde los reciben señoritas vulgares o japoneses que no comprenden el idioma.