Testamento
No llevaré casi nada:
satén, madera barata
ensamblada a la ligera,
puntillas, asas de lata,
besos de mi compañera,
llantos y una carcajada.
No llevaré casi nada.
Lo dejaré casi todo:
mis canciones agresivas
de la forma que yo quiero,
vomitadas y escupidas
al uniforme rastrero,
hasta enterrarlo en el lodo.
Lo dejaré casi todo.
No llevaré casi nada:
sangre fría, piel dormida
sin dolor ni sufrimiento,
con la mirada perdida
en lo oscuro y sempiterno,
en mis manos enlazadas.
No llevaré casi nada.
Lo dejaré casi todo:
a los niños la sonrisa,
a la noche mis palabras
y a los poetas mis prisas;
y la muerte más macabra
a los buitres y los lobos.
Lo dejaré casi todo.
No llevaré casi nada;
para qué, si estaré muerto
de arrugas o de metralla.
Sólo el último recuerdo
de sábanas o batallas,
algún pensamiento cuerdo
y mi vida terminada.
No llevaré casi nada,
lo dejaré casi todo:
volveré de cualquier modo
a la tierra liberada.